Yo no soy la Vid

Justo al terminar el invierno, nuestro árido y abandonado jardín comienza a ver manos atendiendo a sus necesidades, alistándolo para la primavera. Desde plantar pequeñas semillas de frutas y vegetales, a comenzar a podar algunos árboles, estos primeros pasos del año son esenciales para una fructífera primavera.

Este año, pasé varios días podando nuestra pequeña viña. Las ramas habían crecido hasta subir los cordeles que llevan a la pérgola justo al lado de ella y era hora de volverla a una pequeña planta. Innumerables ilustraciones bíblicas vienen a mi mente al verme cortar rama tras rama. Me asustaba cortar tanto, ¿moriría la planta? Pero fielmente siguiendo el manual de principiantes, seguí cortando. La viña no murió, aun cuando más del 90% de sus ramas fueron echadas fuera. No murió porque la vid, el tronco principal, no fue cortada, y de ella fluye la vida de la planta, no de las ramas.

El anhelo de ser la vid para los demás me había dejado desilusionada y seca.

Recientemente me había encontrado cargando el peso de satisfacer a todos, y en todo momento. El anhelo de ser la vid para los demás me había dejado desilusionada y seca. Así mismo como pisaba las hojas caídas de mi viña, mis buenas obras se sentían caer en el suelo. Yo soy solo una rama, pero deseaba ser la vid para aquellos a quienes amo. Deseaba satisfacer todas sus necesidades, pero yo no soy la fuente de satisfacción, esa es la vid. Yo deseaba ser el motivo de alegría en mis amados, pero solo la vid da gozo inagotable. Yo soy solo una rama, que necesita de Cristo y de su Espíritu para dar fruto y ser de bendición a otros. Una rama que aveces se endurece, aveces se agota y su fruto es escaso, pero una rama que seguirá en pie porque la vid es su esperanza.

«Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.” Juan‬ ‭15:5‬

Mis manos cortaban con temor decenas de ramas, ramas largas y entretejidas, algunas estaban asfixiando el tronco principal de la vid misma. Yo soy solo una rama y también lo son aquellos que aprecio y amo. Ellos no son los que me proveen de vida espiritual y física. Aun cuando falten esas ramas en mi viña, ese no es el fin, porque yo sigo arraigada a la vid que me sostiene y me nutre de vida. Cristo es la vid y en El encontraremos el gozo de seguir sirviendo a las diferentes ramas en nuestra vida.

Aun aunque falten esas ramas en mi viña, ese no es el fin, porque yo sigo arraigada a la vid que me sostiene y me nutre de vida.

Encuentro la libertad de saber que yo no soy la Vid verdadera que mantiene en pie las otras ramas a mi alrededor. Mis hijos, mi esposo, mi familia, mi iglesia no son ramas que provienen de mi. Son ramas como yo que necesitan únicamente de su Señor y su Señor ha prometido mantenernos hasta el fin. Solo en esa verdad es que mi rama suscite, no en mis méritos sino en la Vid misma que me da vida.

UN AVISO: Seamos Mujeres de la Palabra antes que sea demasiado tarde

Mientras ella se sentaba justo al frente mío, relatando la tragedia que le aconteció en solo un par de días…un pesado deja vu capturo mis pensamientos. Casi podia llenar los espacios en blanco de su relato y de sus secretos. El cristianismo que la había sostenido en su vida relativamente llena de felicidad y vigor, se hacia escaso cuando todo se derrumbó. Las palabras positivas y las charlas para motivar, no podían motivar el gran vacío que su tragedia le ocasionaba. Y perpleja cuestionaba que hacer y al Dios que ella adoraba.

Ella es muy parecida a millones de mujeres en nuestra generación. El peligro de la fe post moderna es la realidad de iglesias en todo derredor. Han cumplido con servir en su iglesia, leer los devocionarios recomendados por sus pastores, asistir regularmente a los servicios y tener muchas amistades en la iglesia. Pero su cristianismo no había llegado a lo profundo de su entendimiento y de su interior. El Dios que servimos es abstracto y un buen consejero moral pero evitamos entender las profundidades del sufrimiento y de la soberanía de Dios. El estudiar la Biblia tenia un solo propósito, encontrar animo para continuar. Y ese cristianismo ligero y sencillo se volvió insuficiente cuando la crisis vino tocando su hogar.

Mujeres, conocer más de Cristo es más que una experiencia emocional. Por que las mismas emociones que nos inspiran un día, al otro nos pueden derribar.

Puede ser nuestra tendencia al emocionalismo o nuestra pereza espiritual, pero estamos en una generación de mujeres que necesitan mas que su corriente dieta espiritual. Y las mismas dudas que no resolvieron en los días brillantes, se vuelven tormentas en la oscuridad de la prueba. Y el Dios bonachón que adoraban, al mirar su dolor, luce incongruente. Mujeres, conocer más de Cristo es más que una experiencia emocional. Por que las mismas emociones que nos inspiran un día, al otro nos pueden derribar. Desarrollemos mentes piadosas, renovadas con la Palabra de Dios. Mujeres que pueden defender la fe y a su Cristo y llevar sus emociones cautivas a la verdad.

Seamos la generación de mujeres, que trae validez a la verdadera fe. Por un comportamiento que es conducido por un entendimiento profundo de quien es Dios y como es El. Por que no es mirándonos a nosotras mismas que somos transformadas sino contemplándolo a El.

«Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria» 2 Cor 3:18

Las tormentas se aproximan, y el llamado de equiparnos es para hoy.

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Abba Padre

Y por cuanto ustedes son hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: «¡Abba, Padre!» Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, también eres heredero de Dios por medio de Cristo. Galatas 4:6-7

Hemos pasado varios dias en casa y juntos compartido la mayoría de las horas matutinas. Es muy refrescante estar de vacaciones y poder pasarla en familia pero también trae algunos retos que son desconocidos cuando cada cual esta en su trabajo o circulo infantil. Con una niña de casi 2 años, la corrección e instrucción son el sabor de cada día. Como la mayoría de nosotros, Isabella odia ser disciplinada y enseñada que lo que esta haciendo esta mal. Hace unos dos días, después de corregirla por no haber recogido lo que había regado, se fue llorando buscando a su padre para quejarse de mi. Cuando no lo encontraba en la casa, pues había salido momentáneamente, se fue a llorar sola a su cuarto. La busque para «hablar» de lo sucedido, pero no quiso. Casi con la determinación de un adulto, se aparto de mi y siguió consumida en su tristeza.

‘Que capricho ilógico’ pense yo, ¿porque no hablar y pedir perdón? A la mente me vino mi propia tendencia de correr de mi pecado y de huir. No quiero acercarme a un Dios santo cuando estoy tan manchada de mal. No quiero pedir perdón cuando no estoy segura que no lo volveré a cometer. Prefiero probar poco a poco que soy merecedora de una segunda oportunidad, que merezco gracia y perdón. Quisiera tratar a Dios como mi empleador en vez de como mi Padre.

Cuando realmente entiendo que soy hija, mi confianza y audacia en la vida cristiana es radicalmente transformada. El ser hija me quita el temor de no tener la aprobación o cumplimiento de la promesa. En Galatas, Pablo usa la palabra Abba Padre que en el griego significa krazdon. Krazdon es una palabra fuerte significando un grito y clamor muy alto. Se refiere a una pasión profunda e intensa. Cuando mi pecado me quiere hundir, Dios no quiere que huyamos de el y busquemos «corregir» primero nuestra vida. El nos llama a llamarlo a El como Padre para recibir el perdón y la gracia para superar ese pecado.

Abba Padre, nos debe llenar de consuelo en vez de temor. No estamos acorralados a una esquina esperando la sentencia de nuestro verdugo, sino abrazada en brazos de gracia que nos trata con la santidad de gano Cristo en la cruz por nosotros. No corramos de nuestro padre sino hacia El. Pues somos hijos, y eso hace toda la diferencia.

 

Gálatas 3: «Timeout»

«Sólo esto quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por haber oído con fe? ¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado en el Espíritu, ¿ahora terminaréis en la carne?» Gálatas 3:2-3

Esta semana ha sido bien ocupada en la casa de la Familia iglesias. Isabella e Israel los dos han estado enfermos y no siempre soy piadosa cuando me toca cuidar de los demás. Durante nuestras vacaciones «caseras», me encontré muchas veces desesperándome con el comportamiento de nuestra niña de un año. Cada vez que se portaba mal la poníamos de «castigo», lo cual incluía un tiempo a solas para meditar en lo que había hecho. A la edad de 19 meses, le parecía genial ir de «castigo». Después de portarse mal ella misma con alegría anunciaba «castigo, castigo» o en ingles timeout, timeout.

«No Bella, timeout no está supuesto a ser algo bueno, solo pórtate bien y no tienes que ir a timeout». Pero ella con ansias iba a su lugar de timeout mientras intentábamos no reírnos de sus ocurrencias. Lo que no es muy gracioso es cuando los cristianos hacemos lo mismo con la ley de Dios y nos llevamos una y otra vez de «castigo» por el mismo pecado. Pablo está bastante apasionado en este capítulo de Gálatas y les insiste a que evalúen sus vidas y caminar cristiano. Ellos (al igual que nosotros) habían sido salvos por gracia pero ahora estaban viviendo con la culpabilidad y el yugo de la ley para ser santificados. Pablo les pregunta, ¿habiendo comenzado en el Espíritu (creyendo por fe) ¿ahora terminaréis en la carne? Es decir, ahora iban a creerse la mentira de que Dios los santifica basado únicamente en su rendimiento moral.

Al igual que mi pequeña niña yo también busco penitencias y castigos que no pertenecen al nuevo pacto de mi salvación. Busco con ansias establecer patrones, reglas, sistemas y parámetros que me aseguren caminar en el Espíritu. Cuando fallo en cumplir lo propuesto, no corro a buscar gracia para perseverar sino prometo no volver a pecar y una vez más busco la solución en la ley en vez de en Cristo. El evangelio que recibimos no solamente nos salva, también nos santifica. Esto es algo revolucionario en mi corazón legalista que se inclina hacia reglas aún cuando sé que el evangelio es lo único que nos transforma. Los de galacia, habían comenzando creyendo en la salvación por fe pero al seguir en su vida cristiana se creyeron la mentira de que no agradaban a Dios al menos que cumplieran ciertos ritos y mandamientos. La ley no nos pudo salvar y de seguro no nos puede transformar.

“¿Tan insensata eres Marby?”, me diría Pablo. ”Es el poder que resucitó a Cristo de los muertos el mismo que vive ahora en ti y te puede transformar.” Cuando estoy deprimida o desanimada, no basta con mirar a la ley para animar mi corazón. La ley solo me enseña cuan pecadora soy… ¡nada más! Pudiera leerme varios libros que me animen superficialmente o memorizarme todos los versículos acerca del gozo pero al menos que mi corazón esté cautivado por Cristo, no podré tener verdadero gozo. Lo mismo va con cualquier otro pecado que estés atravesando, el evangelio mira la ley pero seguidamente mira la cruz y es allí donde halla la gracia y el socorro para el momento oportuno.

En mi terquedad me encantaría tener un par de reglas que yo pueda controlar… y no necesitar tanto de Cristo. Cuanto anhelo ser independiente hasta en mi crecimiento espiritual. Pero el evangelio nos libra de intentar lo imposible (ser santificados por reglas) y nos da el poder para cambiar. No sé lo que estás atravesando hoy o que culpabilidad estés arrastrando pero una cosa sí se, y es que Cristo nos transforma cuando nuestro corazón está rebosando de fe y amor hacia él. Eso es lo más importante y lo que en su tiempo producirá el fruto de obediencia. Tim Keller lo explica de esta manera, «Necesitamos entender que la raíz de nuestra desobediencia se encuentra en las diferentes formas en la que buscamos controlar nuestras vidas por medio de sistemas de auto-justicia. Lo que necesitamos hacer es regresar una y otra vez al evangelio de Cristo crucificado para que nuestros corazones estén más profundamente apoderados de la realidad de lo que él hizo y quienes somos en el»

Así que si hoy te sientes llena de culpa y ansiedad, tal vez necesitas salir de timeout y mirar hacia la cruz, en donde tenemos todo lo necesario para triunfar.

Gálatas 2: El Evangelio en medio de nuestras diferencias

Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me enfrenté a él cara a cara, porque lo que hacía era reprochable. Pues antes de que vinieran algunos de parte de Jacobo, comía con los no judíos; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los judíos.» Gal 2:11-12

Recuerdo bien mi primera experiencia siendo parte de una plantación de iglesia. Estaba muy nerviosa cuando me senté en una casa grande y tradicionalmente «americana». Nos brindaron té frio sin azúcar y una pasta de garbanzos con pita. Las conversaciones casuales parecían ser tomadas de otro planeta. Todos eran tan diferentes a mi. Nunca me había sentido tan sola, aun estando rodeada de personas. Cinco años más tarde, la sala de conversación era mi casa y muchas personas pasaron por allí para conocer más acerca de nuestra iglesia. Aún en medio del entusiasmo y hospitalidad, mi preferencia personal era estirada. El cuerpo de Cristo es tan diverso y complejo que el solo tener una conversación casual me demostraba cuan diferente somos.

Es tan cómodo y agradable dirigirnos a aquellos que son como nosotros, que comparten nuestros gustos, intereses y pasiones. Las solteras buscan a aquellas que están en la misma temporada de la vida. Las madres con bebés se sienten más identificadas con otras mamás en la misma temporada. Los padres solteros huyen de las reuniones llenas de familias y matrimonios. Es una fuerte tendencia de acercarnos sólo a aquellos que comparten nuestras cualidades y tratar de lejos (o solo formalmente) a aquellos cuyas costumbres nos ponen incómodos.

Pedro no era muy diferente a nosotros y también tenía sus preferencias en qué vestir y comer fuertemente grabadas desde su niñez. Aún así, Dios había transformado radicalmente su prejuicio y nacionalismo con la revelación que tuvo en Hechos 10:9-16. Al declarar que aquello que Cristo purificó, ya no era impuro, la perspectiva de Pedro fue invertida. Gracias a esta declaración, nosotros también tenemos gran libertad en Cristo. A diferencia de cualquier otra religión, ya no vivimos para satisfacer a un Dios furioso y demandante sino para complacer a un Padre que ya nos ve «puros y santos» en Cristo.

Aun cuando afirmamos nuestra salvación por gracia, nuestra relación con otros cristianos puede testificar lo contrario. Al apartarse de aquellos que son diferentes a Él, Pedro en esencia estaba diciendo, «Mi salvación está más completa que la suya», «Cristo murió por ellos también pero yo tengo privilegios santos por seguir la ley», «No soy salvo por la ley pero mi posición como hijo de Dios depende de la ley». De igual manera, al encontrarnos con diferentes cristianos en nuestra familia, iglesia o vecindad es posible pensar que no tenemos suficiente en común para estar unidos.

¿Te viene a la mente algún cristiano con el cual te sea incómodo o desagradable compartir? ¿Qué acerca de esa persona que te hace sentir inferior o superior? En una sala llena de personas desconocidas hace 5 años, mi prejuicio estaba en el nivel social inferior que yo poseía. Yo no hablaba como ellas ni tenía los mismos pasatiempos favoritos. Algo acerca de las diferencias entre ellos y yo, causaba que mi perspectiva de la unidad cristiana fuera revertida. De alguna manera, la muerte de Cristo nos ponía en categorías diferentes, y mi prejuicio hacía más que minimizar nuestra unidad en Cristo, minimizaba la eficacia de la muerte de Cristo. Pedro hizo lo mismo.

Al describir las acciones de Pedro más adelante en el pasaje, Pablo no solo dice «Lo que Pedro hizo era pecado». Lo esencial no era que se «comportara bien» sino que la verdad fundamental del evangelio fuera protegida.

«Sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la ley sino por la fe de Jesucristo, y también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, ya que por las obras de la ley nadie será justificado.» Gálatas  2:16

Cuando tengo preferencias con ciertas personas y miro con desprecio a aquellos que no son como yo, estoy en esencia negando la eficacia del evangelio. Estos últimos años plantando iglesias me han enseñado dos cosas, de cuán parcial puedo ser y cuán esencial es la unidad en el cuerpo de Cristo. Cuando nos unimos en amor con personas totalmente diferentes a nosotros, estamos declarando que lo que Cristo hizo es más grande que cualquier diferencia cultural, social o económica. Cuando me puedo gozar y amar genuinamente a aquellos que acabo de conocer, estoy demostrando el amor de Cristo derramado en nuestros corazones. La unidad en el cuerpo de Cristo es más que un lindo mandamiento para seguir, es la manifestación más evidente que el mundo puede tener del poder del evangelio. En Cristo, ninguno merecíamos la gracia pero fuimos escogidos por él.