Amando Aun cuando estás Cansada: Recuento de la Fiesta con Los Pastores

La mañana comenzó agitada como de costumbre, dale desayuno a Isabella…vístete…prepara la comida del día…asegúrate que no se te quede la tarjeta de ID…maquíllate en las luces rojas en camino al trabajo. 🙂 

Fue uno de esos días. La vida en el ministerio tiene de particular que no importa cuánto trabajes, siempre te sientes apurada en el momento de una actividad. La Fiesta con los Pastores seria en mi casa esa noche y aún no había comprado ni en el menú ni en la decoración. Al sentarme en mi oficina solo podía pensar en el piso que no había limpiado, en los globos que no había ordenado, en los aperitivos que no había escogido y en que pasaría otro día en el cual casi no podría pasar tiempo con mi niña. 

El amar a otros es sacrificial y el realmente preocuparte por su bienestar es sobrenatural. Al escoger amar estamos escogiendo hacer lo correcto aun en los detalles pequeños. Cuando decidimos amar, debemos no solamente esperar el momento para demostrarlo públicamente sino en nuestro interior decidir amarles aun en nuestros pensamientos. La lectura bíblica de esa mañana me revelo la tentación de auto-compasión en mi propia vida.

«con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos los unos a los otros en amor» Efesios 4:2

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Me detuve en la palabra humildad…una palabra que había estudiado intensamente en el pasado pero ese día parecía un ideal lejano. Humildad, considerando a los demás como mayor a ti y servirles gozosamente. Cuanto anhelaba mi corazón ser servida en vez de servir. En que de repente se llamara «La Fiesta para Marby» y fuera todo acerca de mí. Pero Dios me había liberado de la esclavitud del egoísmo y me había dado la oportunidad de amar y servir a otros en vez de a mí misma. 

Tal vez hoy mires a las personas a tu alrededor, y no quisieras ser la única que siempre está amando y sacrificando tu tiempo y tus recursos. Pero Dios sabe que requiere humildad, mansedumbre y paciencia para amar continuamente a los demás y nos anima a que no dejemos de hacerlo pues hay recompensa en nuestra obediencia a este mandato celestial.

Tal vez hoy estés cansada de amar y tu mano dadivosa se ha detenida en regalar. Pero no hay gozo continuo en el egoísmo ni en el auto-placer encontraras paz. Solo en una vida llena de Dios y llena de fruto hay gozo y fuerza para continuar. Así que cuando las buenas obras te han agotado las fuerzas, regresa a la fuente eterna de humildad y mansedumbre. Y cuando seas llenada una vez más de paciencia, podrás amar como nunca imaginaste. 

Y mi piso seguía sucio, y los globos estaban sin comprar pero en mi corazón crecía un gozo de poder servir a los miembros de esta comunidad. Una comunidad lejos de ser perfecta pero esencial para mí caminar. Y una comunidad que a Dios le ha placido plantar una iglesia en su vecindad.

Te animo que dejes de pensar en las imperfecciones de aquellos a tu alrededor y comiences a amar comenzando en tu disposición. Pues el deseo más grande de Dios es su gloria manifestada y eso no ocurrirá en un corazón indispuesto a amar sino en uno que ame más allá de sus fuerzas, desde sus pensamientos hasta sus acciones.

Nuevos dientes y Nuestro Consuelo en medio del dolor

La semana anterior nuestra pequeña bebe comenzó una vez más con los dolores de dientes nuevos. Es algo realmente desesperante…me imagino. De repente sus largas horas de dormir se acortaron dramáticamente y su apetito decayó con el mismo ímpetu. Mi pobre bebe. Pero al llegar la noche, no importaba cuanto le doliera ni cuanto le molestara, había un descanso especial en los brazos de mama.

Habían sido días difíciles para mí también pues había notada que el gozo de mi caminar cada día lucia más y más como un lejano recuerdo y sin razón alguna me encontraba desalentada y sin consuelo.

Las dos estábamos pasando una prueba más ella había encontrado un descanso que yo aún desconocía. En medio del pesar, de la preocupación y del desánimo solo buscaba razones para cambiar mi corazón y cuando mis energías e ideas se acababan, terminaba desalentada y cansada de tanta labor.

Cuando mi querido esposo se dio cuenta de mi pesar, se ocupó de la niña y me dio una tarea…buscar a solas a Aquel que me podía consolar. «Pero no entiendes, es que tengo mucho que mejorar en mi vida.», «Si hacemos tal y tal cosa, seguramente estaré complacida». MI corazón luchaba con ese consuelo que luce demasiado fácil para ser la solución y en especial cuando llevamos días convenciéndonos que nuestro mayor problema está en el exterior.

Esa noche mientras la amamantaba y podía ver en sus ojos una paz a pesar del malestar…Dios me trajo a la mente este pasaje, el cual instantáneamente me hizo recapacitar.

«Porque así ha dicho El Señor: «Mamaréis y seréis traídos sobre la cadera, y sobre las rodillas seréis acariciados. Como aquel a quien su madre consuela, así os consolaré yo a vosotros.» Isaías 66:12-13

En medio del dolor, de la duda y del desánimo hay consuelo. En medio de la mediocridad de la vida hay esperanza que reavive y nos da un propósito nuevo. En medio del cansancio esta aquel que nos fortalece. Y en medio de las críticas, hay un amor incondicional que nuestros méritos no merecen.

Y mientras ella cerraba los ojos dormida, yo lloraba por no haber confiado en Dios como ella lo hacía conmigo. Una y otra vez él me ha mostrado su gracia en como transforma mi corazón atribulado y una y otra vez yo intento solucionar mi problema antes de correr a Aquel que está listo para consolarme.

Y casi de repente, la paz de El lleno mi corazón y las dudas acerca del futuro lucían lejanas y con poco valor. Solo queda un dulce recuerdo de un Dios consolador que siempre llega a tiempo y siempre tiene los brazos abiertos listo para amarnos en medio de nuestro lamento.

La Guerra por Nuestro Corazón

Después de una noche en vela con una bebé que luchó contra el sueño hasta el amanecer…suena la alarma. Es hora de ir a trabajar. En ese momento comenzó la guerra. La guerra por mis emociones…mi corazón…y mis pensamientos. Al instante me digo a mi misma, «Pobresita yo, cuan difícil lo tengo» y en ese momento perdí una batalla. Al alistarme rápidamente me venían a la mente todas las cosas que seguramente irían mal en mi día. Mi jefa tendría 10 reportes de ultima hora para mi y el café de nueces que tomo todas las mañanas seguramente se acabaría justamente hoy. Con una sonrisa forzada me despido de mi familia y continuo mi día. Y aunque aun no había salido por la puerta, había perdido otra batalla.

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Cada momento y en cada instante hay una lucha por tu corazón. ¿Quien reinara en tus decisiones, en tus reacciones y controle tu interior? ¿Quien será el que se lleve la victoria y dirigirá el curso de tu expedición? Sera el Rey Victorioso o los impostores a nuestro alrededor.

Y sutilmente el cansancio se acerca al trono de tu alma y te promete una empatía sin igual. «Es verdad que estas cansada y no es para menos que reacciones mal.»

Pero rápidamente la auto-justicia te llama a una cima y te asegura que eres mejor que los demás. «Si realmente entendieran el valor de tu vida, te tratarían mejor y no sufrirías tanto pesar»

Y las redes sociales te dicen que no haces suficiente para disfrutar de la vida. «Seguramente si fueras como tu amiga Juana, fuera diferente tu caminar.»

En cada instante y cada momento estamos en una guerra y como reaccionamos a los bombardeos determinará quien ganará. ¿Será que Cristo tomara preeminencia o las mentiras de Satanás?

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Así que no importa como halla comenzado nuestra mañana, tenemos todo lo necesario para triunfar. Tenemos a un Salvador que nos promete la paz. Una paz que solo reina donde el reina y que nada en este mundo puede imitar. Así que cuando la vanidad te dispare al mirarte al espejo y te asegure que habrá gozo en la belleza terrenal, recuerda que estas en una guerra y tu felicidad fue comprada por sangre para que en cada circunstancia pudieras triunfar.

¿Por qué nos Encontramos Sorprendidas de Haber Vivido una Desilusión?

¿Por qué nos encontramos sorprendidas de haber sufrido una desilusión? Cuando los momentos felices son tan breves y el dolor pareciera dominar nuestro alrededor. Tal vez fue un cruel comentario… o tal vez algo peor. Es muy fácil dejar que los pecados de otros nos roben el gozo y la confianza en nuestro Dios.

¿Por que nos encontramos sorprendidas? Por qué el pecado también te dolía a ti. Porque la traición fue tu misma experiencia. Por qué sufriste más por el pecado de los demás que por cualquier otra cosa. Porque quieres que nuestra mirada esté arriba y no en lo terrenal. Porque cada bofetada nos recuerda que fuiste abofeteado. Cada quebrantamiento nos recuerda que por nosotros fuiste quebrantado. Porque cada traición nos recuerda que aún así nos perdonaste y que vivir una vida para ti nos requerirá vivir cada día también perdonando.

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La vida en el ministerio y fuera de ella es tan agridulce y tan compleja. Vemos frutos y vemos espigas…vemos amor y vemos rencor. Cada día y a cada instante somos recordados de que no hemos alcanzado la perfección y que aún necesitamos de la misma gracia que se prédica cada domingo a nuestra congregación. ¿Por qué vivir de esta manera? ¿Por que dar todo a aquellos que nos van a lastimar?

Nuestros corazones sera dominados por estas decisiones…de perdonar o o no perdonar. de amar o de lastimar. Entre mas personas conozcamos, mas potencial de ser heridas y ultrajadas. Para responder al dolor adecuadamente, debemos primero mirar cuanto dolor nosotras mismas hemos causado a nuestro Señor. Y en la humillación de nuestra condición, decidir extender gracia a aquella persona que nos ofendió. Podemos tomar la decisión de perdonar porque el primero nos perdono. Y no hay nada mas liberador…que dejar cada deuda a los pies de la Cruz del Salvador.

«Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que ha traspasado los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra confesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no puede compadecerse de nuestras debilidades, pues él fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro.» Hebreos 4:15-16

¿Por qué nos Deprimimos Cuando Regresamos de Vacaciones?

Este lunes fue mi primer día de regreso al trabajo después de unas breves vacaciones. No tardo ni una hora para que mi vida laborar luciera esclavizante y aburrida. «Si tan solo estuviera siempre de vacaciones…entonces seria tan feliz.» Mi corazón estaba engañado y sutilmente caía en el desanimo y la depresión. Hay algo emocionante de esos días libres que nos lleva esperarlos con ansias.

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Miramos fotos de nuestra futura destinación…soñamos con las actividades que haremos…y hasta gastamos excesivamente para lograr que sea una experiencia inolvidable. Pero lamentablemente siempre culmina y somos obligados a regresar a la rutina de nuestra realidad.

Después de llevar un par de horas desarrollando los detalles de mi análisis de «auto-compasión», Dios me trajo a la mente una verdad difícil de aceptar…si siempre estuviera de vacaciones tampoco fuera feliz. Pronto el deleite ya no me satisfacerian y las comidas comenzarían a perder su esplendor. Seguramente extrañaría tener conversaciones con mi mejores amigos y la monotonía me llenaría de apatía sin ningún deseo ni motivación. Las vacaciones son divertidas porque son temporales y nos dan la ilusión de satisfacción. Unos pocos días fuera de la presión, nos crea una falsa impresión de felicidad y realización. Las vacaciones nos dejan añorando por algo más y se disfrazan como la solución a todo nuestro pesar. Pero lo que desea nuestro corazón es mucho mas que la adrenalina de un par de días lejos. Pues hasta las vacaciones mas exóticas…si fueran permanentes, pronto nos encontraríamos aburridas y de mal ánimo. Mi corazón anhela lo eterno e inmutable, no lo temporal y brillante. La satisfacción que no se derrite ni se acaba. Mi corazón anhela un contentamiento que solo se encuentra en mi Dios. Y el desanimo después de unas vacaciones me recuerda cuan insatisfecha estoy buscando lo terrenal y no lo eterno.

Las vacaciones son un regalo de Dios, pues El mismo descansó, pero no son la solución a nuestras luchas y presiones. Y mucho menos son el propósito por el cual Dios quiere que nos esforcemos y trabajemos.

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Así que cuando miré arriba, mi vida cotidiana lucio mucho mejor. Los quehaceres innumerables ya no eran un estrago a mi animo e ilusión. Cada instante El nos ayuda a confiar más en El y aunque pasemos las vacaciones más inolvidables, no hay gozo como el de vivir cada día bajo el cuidado de El.

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